Un perfil en la red ha captado mi atención. Una colección de fotografías invade mi sentido visual por primera vez. Un algoritmo me revela que por azar ese hombre bello e ignoto encaja a la perfección conmigo.
Hablar por las redes sociales con un hombre, que correctamente comprende lo que significa la libertad, me entusiasma ferozmente. La autenticidad rebosa por todas las ideas que le brindas a una completa desconocida que por algún motivo no consigues asustar. En tus primeros mensajes detecto unos gramos de honestidad, una pizca de humor y una buena dosis de provocación. Me sorprendo a mí misma analizando mi gusto por los perfiles con texturas y matices. Mi magnetismo por hombres inteligentes y autoconfiados, complejos y abiertos a la duda. Como una niña que encuentra un sugus olvidado en el recoveco de un bolsillo, mis ojos se abren incendiados irresistiblemente hacia ti. Igual que el tiburón es capaz de oler la sangre a distancia, yo no puedo resistirme a la mirada de quien se ha arrodillado.
Nuestras conversaciones están siendo únicas. No son lineales ni oscilantes. No son inconstantes ni temerosas. Hablan de tiempos ajustados y silencios cómodos. Combinamos la inteligencia y la elegancia con el juego y la seducción. No hay nada que me seduzca más que el tono de tu voz en tus mensajes. Le quita importancia a lo que hacemos cuando las luces se apagan en nuestra pantalla. En tu voz reconozco tus gestos y traduzco tu forma de hablar, elucubrando sobre tus esperanzas y tus miedos. Tus palabras revolotean por mi mente con descaro a la vez que con ternura. Son palabras vestidas de etiqueta que coquetas se desnudan cuando menos me lo espero, como salidas de la boca de un erótico narrador. Ese baile de palabras y confesiones que han seducido aún más la carne, enloqueciéndonos como en estas últimas 24h de provocación:
«Entras en mi con tus dedos. Movimientos lentos. Solo para sentirme un poco mojada. Y empiezas a anticipar como te voy a bañar entero con mis aguas ardientes y desbocadas. Te llevas mi líquido a la boca, como un saqueador de tesoros que codicia lo más preciado, y te relames y el sabor te trastorna, y observo extasiada como tu deseo descarrila por tus entregadas comisuras. De nuevo no puedes resistirte a entrar más hondo en mí. Y gimo y recoges mi pelo en tu puño para acercarme más a ti con un tirón de tu mano tras la coleta improvisada, y profundizas más adentro de mis humedades siendo un acto voluntariamente involuntario. Esa perversión me ha puesto muy, pero que muy caliente. Y te beso con pasión mientras te atrapo entre mis manos a cada movimiento envolvente, sintiendo crecer muy duro y voluptuoso tu atributo más preciado. Y enlentecemos el ritmo y nos respiramos a pocos centímetros comiéndonos a gemidos. El aturdimiento se pasea provocativamente por tu nuca y espalda. La piel erizada del escalofrío demuestra mis efectos al descender hasta tu coxis. Lamo y susurro a tu oreja, y muerdo suavemente tu cuello mientras continúo perfilando tu pecho y tu abdomen con mis caprichosas caricias. Con mis labios escalo y desciendo formas masculinas que nos llevan a gemidos fuertes por culpa de mi aroma y de tus percusiones repetidas. Vuelvo a mi músculo favorito y erguido, y le cuento que le echo de menos. Después, con una simple mirada profunda y oscura, me paras y reúnes mis brazos tras tu nuca —es tu forma de decirme que me centre en mi placer que es también el tuyo—. Serio y altivo con tus manos empiezas a amarme fuerte y sin descanso. Y me excito, recostada en tus pectorales, colgada de tus firmes hombros. Y relajo los dedos de mis pies, y noto el placer en mis muslos y en mi vientre: señal de mi rendición. Chillo de placer cuando dentro de mi noto como si se rompiera una vasija llena de agua y me entrego a ti regalándote mi laguna. Y así, repetidamente, emana todo lo que siento; sonrojándome, calentándome y temblando por y para ti. Terminamos inmersos en un lodazal suave de sustancia y nos abrazamos y restregamos completamente en él. Sabes que estoy agotada, pero también que no tengo fin. Bajas al origen de la fuente y me lames con esmero como si estuvieras curando una grave herida. Repites la operación con mis pezones que erectos hacia ti no pueden devenir más duros. Me das la vuelta y tumbada de espaldas te entrego mi vulnerabilidad. Mi sometimiento te inspira y me posees sin vacilar, a llenarme duro bajo las sábanas, porqué mi cuerpo así te lo reclama».
Escucho detenidamente tu mensaje de voz en respuesta a mi relato imaginario. Llevo todo el día oyendo tus elegantes palabras, leyendo tus pasiones y maneras. Tan erotizada que no consigo sacarlo de mi cabeza; lo mucho que me gustaría tocarte-tocarme. Pasan las horas y los mensajes que releo cogen todavía más intensidad sobre mi placer. Siento un desasosiego que me hace sentir burbujeante. Siento una tensión que me vuelve adicta. Y es que llevo horas codiciando el tacto de tu placer. ¿Qué puedo hacer si noto mis entrañas arder sin remedio? Continúo, sabiéndote en las mismas circunstancias. Con los ojos cerrados te imagino susurrándome todas esas sentencias ahora descocadas. Y mientras me contorsiono de placer me acaricio levemente, expectante a tu siguiente perversión; esperando a ver cuál de tus gemidos entrecortados causará el desenlace.
Un final que ya está aquí, recorriendo mis temblorosos muslos; suplicando ser sellado por tu sofisticada lengua.
STARLIGHT