¿Y dónde está esa caricia que me diste? Tan leve y sedosa, tan al aire, tan abrupta y corrupta.
Tu caricia abrasó mi piel y curaste a lametazos todo mi cuerpo. Una caricia de golpe seco, para que reaccionara, para que contigo conectara; para conseguir que de ti siempre me acordara.
Una caricia ardua y profunda, devastando al paso de tu mano por encima de mi piel; una caricia que me aplastaba bajo tu pecho altanero, que me agarraba del cuello hasta presenciar el rojo peligroso del deseo, desencajada, colapsada bajo tu gracia admirable.
Así mi anhelo enloquecía cuando me atrapabas con tu caricia tan al aire, tan abrupta y corrupta. Cuando me quitabas los miedos diligentemente mientras me desnudabas; cuando rastreabas todo mi aroma. Y es que tu jadeo no era ligero. No, tú no eras de los que vuelan; tus pies enraizados y tu caminar seguro, como el de los que se quedan; tan a gusto que se quedan y se quedan muy a gusto. No, tu caricia abrupta solo era para que me acostumbrara a tu presencia, a las formas de los brazos robustos, a las curvas profundas del pecho: a la solidez de tu pasión.
Y me preparaba de nuevo para recibir tu caricia al aire, tan leve y sedosa, tan al aire, tan abrupta y corrupta. Bajo tu aspecto translucía tu intelecto, el peso de tu uniforme y autoridad; y sin prejuicios, me dejaba mecer por tu fortaleza, por esa caricia sin dudas. Bajo un mentón altivo asomaba tu mirada oscura que comunicaba todo sin apenas decir nada; bajo tu duro torso esperaba encontrar una tabla de madera maciza y estable, con rumbo; un bote salvavidas que pensé le ofrecerías a la sirena, aquella que canta, pero que no canta para encantarte. Creí que arrancando a tiras tu piel morena podría descubrir al hombre libre y sin dogmas, recto y flexible, duro y sensible que me pareciste. Pero ahí estaba tu caricia al aire, tan leve y sedosa, tan al aire, tan abrupta y corrupta; golpeando fuerte, deformando mis curvas, haciéndome tuya una vez más; haciéndome sentir segura y deseosa de tenerte más.
Viento en potencia en el potencial, cerrando los ojos a tu dedicación, abriendo la mente para quien se lo merece: pensando que en tu energía mentira no habría. Volando, flotando, ansiosa de que me dejaras de nuevo sin aire, me entretenía descubriéndote, tocándote suave y de forma honesta; firme te esperaba, bien firme, recto y correcto.
Pero la sirena ya no encuentra tu caricia, ni la golpea fuerte para que de ti no se olvide, y de aire no se vive. Ya no hinchas a mordiscos los labios que besaste, pues con palabras su sonrisa deformaste.
¿Y dónde está esa carica que me diste? Tu caricia al aire, tan al aire, tan débil e indecisa; tan leve y sedosa, tan abrupta y corrupta: tan al aire.
Starlight