Despierta. Escucho el sonido de una exhalación y el del roce persistente sobre mi piel de ese primer trazo de tus manos, ideando y recorriendo el perímetro de mi silueta. Tu tacto me provoca una risa incontenible. Son cosquillas de verano. Sigues el mapa de una ruta conocida, mientras sediento esbozas mis formas; parece que me conocieras de siempre, y, sin embargo, el aroma de tierra, agua y disolvente nos revela que todo huele a nuevo.
Ahora te descubro atento y dispuesto; capto ese instante fugaz de mirada indescriptible y sonrisa entrerota; gestos que denotan que ya has decidido qué harás conmigo. Y entonces el silencio de suspense que precede me estremece, y me tienta la idea de no saber qué harás a continuación. Y te aproximas a mí y estás tan cerca que percibo el aroma de tu cuello como si fuera una gota de miel deslizándose por mis labios; un dulce sabor que no puedo evitar desear que se esparza por este lienzo en blanco que es mi cuerpo y nuestra historia. Continúas concentrado, posando tu mirada fija y segura en todas y cada una de mis partes; recordando detalles que ni siquiera conocías; y eso me incita. Tú, mi provocador, repasas una y otra vez mis curvas; trazos expeditivos a todos mis contornos y atributos, y entonces me acaricias con tus manos y tus ojos se pasean por ellos invitándome con descaro. Ahí es cuando tiemblo bajo tu fuerza al notar la fricción; una fricción cada vez más intensa que me calienta y me altera los sentidos y el pulso. Suspiras. Y vuelves a perderte durante horas en mi mundo obsesionado por mis formas. Te has perdido tantas veces en mis pechos que te excita trabajar en mis pezones, imaginándote como sería mordisquearlos y retenerlos con dureza entre tus dedos. Y al momento se me antojan erectos. Me erotiza verte memorizar la forma de mi trasero y la trayectoria que haría tu traviesa lengua sobre mi abdomen. Tengo turbada la respiración y jadeo al analizar como el placer descarrila sobre mí. Veo tus ojos brillantes cuando te relames; cuando bebes del deleite de tu boca y observas como me voy convirtiendo en la que siempre habías soñado.
Lo percibo todo: noto como te excitas sin control y desearía acariciarte; como me excito sin poder alcanzarte y desearías tomarme. Y es abrumador.
En ese intercambio de sensaciones yo me apropio de tu mente y de tus fantasías, de tus ganas y de tus ansias por tocarte: por tocarme. Luego, después de desgastarme con tu mirada, te alejas y con un dedo perfilas mi mentón, mi garganta y mi pecho; y yo gimo presa del placer de ser tuya, de ser tu más preciada creación. Es ahí, cuando la pasión rompe al fin la punta… de tu lapicero, esparciendo todo el carboncillo sobre mí; un polvo gris ardiente que me ensucia; manchas en tus dedos: son dedos culpables de lujuria que se disculpan al limpiarme y revelarme la más bella. Te apartas de nuevo y me observas henchido de deseo y satisfacción; has presentido mi último gemido, y sonríes con desafío y soberbia, con la medida justa de exhibición de orgullo.
Vuelves a arrimar tu pincel a mí por última vez y consigues subirme los colores, y mi piel cobra vida y mi pelo ya es de fuego: quiero besarte. De pronto me siento atrapada en un mundo de dos dimensiones. Aquí la profundidad es un dulce espejismo en el que intento permanecer para estar más cerca de ti. Soy la fusión de tu infancia, tus experiencias y tus anhelos: tu imaginación. Te muerdes el labio inferior justo en el momento en que compruebas haberme hecho perfectamente a la medida de tus sueños, y terminas conmigo.
Soy tu idealización y te deseo; aquí en este lienzo inmortal te esperaré.
Starlight