Los grandes amores se dilatan y contraen tal y como lo hace el Universo; sin principio y sin fin, sin un tiempo que los mancille, los juzgue, ni aniquile por el ansia de la culpa, del devenir o del polvo. Son un sueño atemporal, intocable; afectos en compartimentos sin fondo a los que recurrir en el orden que queramos; entreabiertos y dejados fluir por todo nuestro ser, abrazándolos o llorándolos, como si fuera hoy, como si fuera ayer, como si fuera la alegría o el dolor del mañana —así de relativo es el tiempo—, como si estuvieran sucediendo ahora mismo, atesorados para siempre o preparados para el futuro: cuentas de un mismo collar del tiempo.
Este relato es para ti, para cuando estés en esa cuenta del collar: cuando descubras que la experiencia de amar nos libera a todos de la rueda del tiempo.
Infinito y eterno es el poder del deseo y del querer.
FUTURO 1: La cuenta blanca del collar
Mirarás concentrado el crepitar del fuego. Estarás sentado en ese balancín que compramos hace diez años en un mercado de segunda mano. Observaré nuestro hogar como si fuera la primera vez que lo veo. Como aquel primer día cuando entramos en la que sería nuestra casa de madera, construida con tus manos. Una casa humilde y preciosa con una cerca de color blanco; fuera en la llanura tu perra ladraba al viento y al ruido de un potente generador. Dentro mi gato se acurrucaba en ese mismo balancín. Recordaré que para ti vivir en esa casa era muy importante y como yo pensé que mientras estuvieras conmigo a mí me hubiera dado igual estar allí como en cualquier otra parte. Continuarán seduciéndome tus ensimismamientos frente al fuego. Y te observaré tan cómodo y cálido dentro de casa como aquella primera noche. Recordaré como te desnudaste y me pediste a besos que yo también lo hiciera. Recordaré tus ojos azules, por la noche siempre verdes, como deslumbraban al mirarme con el resplandor naranja de la chimenea. Aún me abrumará el recuerdo de ese ardor en tu piel tersa y suave, cuando me susurrabas: me encantas... Recordaré como si fuera ahora mismo tu tono suplicante y excitado al pronunciar mi nombre entre todo ese arrebato de pasión. Te recordaré diciendo: gracias… antes de dormirte recostado en mi frente.
PASADO 2: La cuenta roja del collar
Nuestros dedos se deslizaban desbordantes de pasión, buscando todas las texturas de nuestros cuerpos. Ese calor entre nuestras pieles, esas miradas penetrantes, solo eran el preludio de lo que sería el mejor sexo que nunca antes habíamos tenido. El deseo parecía salir a borbotones por nuestras lenguas, que recorrían con esmero todos los rincones de nuestro ser. Las exhalaciones y gemidos se incrementaban sin remedio, impactados por ese cóctel de química inexplicable. Qué conexión tan inaudita y profunda al saborearnos y acariciarnos para darnos placer. No sabíamos si la satisfacción se había creado esa noche en el mundo, al lamer nuestros sexos. No sabíamos si comernos de mil formas, si penetrarnos de mil maneras, era el motivo de ese éxtasis. No podíamos entender como estaba sucediendo de esa forma tan espiritual y emocional. No podíamos creer que fuera la primera vez que nos amábamos. Parecía que éramos antiguos amantes. De un tiempo remoto y salvaje. Amantes reencontrados de otros tiempos.
PRESENTE 3: La cuenta gris del collar
Me acerco a ti y paso mis nudillos entre los rizos cortos de tu cabello. Aún tienes una buena mata de pelo, rizos ahora grises, y me dedicas una de tus miradas ladeadas y silenciosas, afilados ojos de amante. Observo tus tatuajes, aún lucen bonitos, el paso del tiempo parece ir más lento en tu caso. Sé que no perteneces a este mundo, que ese día te latía demasiado rápido el corazón al besarme. Me preguntas porqué sonrío y me sientas en tu regazo. Aún veo tus ojos encenderse cuando me tienes entre tus manos. Aún me saboreas con sed. Aún hueles a bosque salvaje.
PRESENTE 0: La cuenta verde del collar
—Sabes que te amo, pero necesito presente, y antes debo encontrar mi hogar.
—Es el mejor guacamole que has hecho nunca.
Recogemos la mesa y lavas los platos mientras silvas suavemente, canturreando una melodía que ni siquiera te sabes, solo para ahuyentar nuestra tristeza. De repente se hace el silencio y te acercas por detrás. Me abrazas y me aprietas contra ti. No sé cómo, pero nuestros labios siempre se encuentran y el deleite nos conecta y se nos lleva a otros lugares. Cuando nos amamos todo entra en pausa, en un estado de suspensión. Sé que no recordaré nada porqué solo es presente, un presente lleno de sentimiento y emoción que nubla nuestro sentir y nuestro pensar.
¿Nuestro destino?
Un lugar y un momento en el que ya hemos estado.
Starlight